17 jul 2008

Sobre el adiós de Ronaldinho


El Barcelona ha vendido a Ronaldinho. Se va de nuestra liga el que sin ningún lugar a dudas ha sido el mejor jugador de fútbol del último lustro, quizá de la última década, en todo el planeta. Un jugador capaz de inventar cosas que los programadores de los juegos virtuales no habían sido capaces aún de siquiera concebir antes de que él las realizara: un pase con la espalda, un lanzamiento de falta por debajo de la barrera justo en el momento en que ésta salta, regates imposibles de describir con palabras… Un jugador de los que hay muy pocos en la historia. Muchos planetas debieron de alinearse el día y la hora de su nacimiento para provocar un talento tal como el suyo para esto del balón.

Se va… sí, definitivamente, y se va, además, en un contexto impredecible hace dos temporadas, con un Barcelona haciendo todo lo posible por quitárselo de encima, con el entrenador declarando en su primera rueda de prensa que no cuenta con él y con un público que primero lo idolatró y después lo sentenció como moralmente reprobable y futbolísticamente innecesario, y, consecuentemente, le dio la espalda. Ni uno solo de todos los que estos años le han aplaudido a rabiar y silbado hasta el ahogo estará en El Prat para despedirle. Tampoco para abuchearle. Tal es la soledad del crack brasileño.

Veinte o veinticinco millones de euros es un precio realmente bajo para los méritos que atesora en sus botas. Sin embargo, también parece a la vez demasiado alto para las sombras que ha sembrado esta última temporada. Nadie puede preceder qué versión de Ronnie se encontrarán en Milán, si la del que probablemente es la persona viva con más talento para el fútbol o, por el contrario, la de la estrella mediática que prefiere bailar bajo las luces brillantes de las discotecas que frente a los flashes de las cámaras del público que acude a los estadios. Nadie, ni siquiera él mismo, sabe si volverá a deslumbrar en el rectángulo verde o preferirá recluirse en el “lujoso spa donde nadie puede oír su grito”, como escribiera Juan Villoro.

Ahora que se ha ido, todo son buenas palabras para él. En Barcelona, club y prensa aplauden su memoria al tiempo que destierran su persona. Prácticamente todas las columnas de opinión que hoy escriben sobre Ronnie terminan deseándole buena suerte y que vuelva a ser el jugador que era. Yo sospecho de esta actitud. Es cierto que Ronnie cavó la mayor parte de su tumba futbolística como jugador blaugrana, pero no lo es menos que fueron muchos los que le alcanzaron una pala y no menos los que escarbaron incluso con las manos, ávidos como estaban de enterrar lo antes posible la figura del 10. Éstos son los que ahora sonríen falsamente y le dedican buenas palabras con hipócrita esfuerzo. No nos engañemos: en lo relativo a Ronaldinho han sido tantos los que disfrutaron con su ascenso como los que se han regocijado en su caída. Quizá, incluso, sean más numerosos los segundos. Tal es la mediocridad humana, que disfruta más de las miserias que de los logros ajenos.

Ronaldinho ya es pasado. No se ha cumplido el sueño de muchos de nosotros de volver a verlo deslumbrar con el escudo del Barcelona en el pecho. Al menos, su último gol fue una obra de arte, un epílogo que recuperó la maestría de las primeras páginas, abandonando por un último momento el tedio de las últimas. Un final que no basta, empero, que no hace honor a lo que este jugador ha significado para la historia reciente del Barça. Lamentablemente, tampoco ha tenido un último partido en el que, al menos, despedirse de aquellos aficionados que en otro tiempo lo idolatraron. Se va por la puerta de atrás, y a los culés no nos queda otra que mirar hacia delante. Vendido Ronnie, es tiempo para comenzar a escribir la leyenda. No lo dudemos: tardaremos años en volver a ver un jugador como éste con nuestra camiseta. Quizá ahora ese jugador esté pateando una pelota de trapo en Sudamérica, África o en las calles de la misma Barcelona. Pero todavía ni él sabe que algún día se escribirá de él como hace unos años se escribió de Ronnie. Porque de los que están en activo, al menos de los conocidos, ninguno llega al nivel que Ronaldinho alcanzó hace dos temporadas.

En cuanto al futuro inmediato del Barcelona, creo que con tres sacrificios a los dioses (Rijkaard, Deco y Ronaldinho) debe ser ya suficiente. Se habla y se escribe que el próximo en enfilar la salida del Nou Camp será Eto´o. Esperemos que no sea así. Con absoluto desconocimiento de fútbol, se nos vende a Adebayor como un sustituto razonable. Nadie que haya visto jugar a ambos puede mantener la teoría de que el segundo está al nivel del primero. Se aducen razones de disciplina, pero nadie que conozca la trayectoria de Adebayor puede sostener que disciplinariamente en togolés sea un ejemplo a seguir. Ronaldinho estaba sentenciado y no había más remedio que venderlo. Pero no es el caso del camerunés. Eto´o no se debe marchar. Desterrado Ronnie, es el momento de que el camerunés sea la gran estrella del Barcelona.

Via: www.diariosdefutbol.com